domingo, 4 de julio de 2021

mensaje sin entregar

Hace un tiempo mi papá me leyó al acostarme una historia de un náufrago...

El barco en el que viajaba se hundió
Y el fue el único que se salvó...
Durante muchos años, estuvo solo en una isla... Aprendió a cultivar con granos que salvó del barco en qué viajaba... Construyo una casa y aprendió a cazar su comida... Aprendió a hacer botellas de arcilla que endureció al fuego para que resistieran el agua...

Y cada viernes al acostarse escribía una carta...

En cada carta de esas le escribía a un amigo o familiar...

Les contaba su semana, sus problemas, sus tristezas...

Escribía con calma y paciencia... Ponía en sus cartas su pensamiento... Ponía en sus cartas sus aprendizajes... Eran como un diario de sus dias...

Con cada carta se sentía menos triste, menos ahogado en sus problemas... Escribía sobre sus miedos y se hacían más pequeños...

Cómo la vez que escribió sobre la oscuridad... En esa carta hablaba sobre cómo la oscuridad llegaba cada noche y se iba tragando todo lo que conocía... Cómo lo que lo rodeaba se empezaba a desdibujar... Y se perdía la forma de las cosas...

Y así se dió cuenta que no era a la oscuridad a lo que temía... Era a lo que se escondía detrás de la oscuridad a lo que le temía... Pero escribiendo sobre eso... Contándole a sus amigos en esas cartas se dió cuenta de que así como sus amigos no dejaban de existir por qué el no los viera... Todas sus cosas y toda lo que conocía no se perdía al oscurecer...

Después pensó que tal vez las cosas que vivían en la oscuridad podían tener miedo a la luz... Y temerle a el...
Y si era así le temian 12 horas aunque el no quisiera hacerles daño... Y tal vez temerles 12 horas era tonto... Por qué esas cosas tal vez no querrían hacerle daño a el...

En otra carta escribió sobre la soledad... Por qué le pesaba...
No tener con quien compartir le dolía...
Le dolía no tener con quien hablar... No tener con quien compartir lo que aprendió a cocinar... No tener a quien abrazar cuando lloraba... Ni quién le diera palmaditas en la espalda cuando fallaba...

Pero aprendió que la felicidad no estaba en otros... Que estaba en el... Y que era su tarea ser feliz... Que poner en otros la responsabilidad de ser feliz era tonto... Por qué solo o acompañado tenemos razones para ser feliz...

Y cada carta la marcaba con el nombre y las señas de uno de sus familiares o amigos, y la metía en una botella la sellaba,   y la lanzaba al mar... Con la idea de que algún día llegarán a manos de sus amigos...

Tal vez, era su esperanza... Una persona encontrará una de sus botellas... La abriera... Leyera la carta y se la hiciera llegar a esa persona a quien se la había escrito...

Por eso yo empecé a escribir...

Mis ideas...

Mis sueños...

Mis miedos...

Mis esperanzas...

Escribí sobre el dolor raro de panza que me da cuando veo tus ojos...

Escribí sobre el dolor raro en el pecho que siento, cuando siento en algun sitio o en otra persona el olor a mezcla a jabon corporal, café y perfume al que hueles tu...

Escribí sobre lo solo que me siento cuando quiero comentar el ultimo libro que lei y no te encuentro jamás...

Escribí sobre el miedo extraño que sentí cuando te ví coger de la mano a otro...

Mi problema no son las cartas... Ni las botellas... Tengo muchas de Coca Cola de mis meriendas...

Mi problema es que no tengo un mar al que arrojarlas con la esperanza de que algun día lleguen a ti...