Y hoy estoy contigo, con la fuerza de quien ya sabe qué pasos debe dar en su vida.
Después de todo te has convertido en el mejor lugar que alguien pudiera elegir para mudarse para siempre.
Yo, que del amor sé lo que un ciego de un atardecer, creía que si te abrazaba con la fuerza suficiente conseguiría mandar de paseo a la soledad por tiempo indefinido.
Hasta hoy, no he estado equivocado.
Tienes una sonrisa preciosa, te dije, como insinuándote que no me molestaría amanecer contigo el resto de mi vida.
Porque yo, ya lo había intentado antes: eso de no tener las manos tan frías ni palabras demasiado huecas para cuando alguien viniese con ganas de que le explicara por qué la vida a veces tiene que dolernos tanto.
No conseguí más que sentirme doblemente solo.
Sentirme el hijo no reconocido de algún huracán de paso. Es horrible, o mejor dicho, era horrible.
Hoy a tu lado ya no tengo ganas de buscar explicaciones en ningún sitio en el que no estés tú, esperándome para decir que me has echado de menos, aun si no me he tardado mucho.
Porque lo bonito de que estés aquí es que cuando me abrazas, creas una realidad segura, mientras yo comienzo a cerrar los ojos como un niño que vuelve a creer en la magia.
Te quiero.
¿Ya te dije que tu risa es mi canción favorita?
Por eso intento hacerte reír cada vez que puedo, aún a costa mia.
Y cuando nos quedamos hablando una noche cualquiera, no puedo evitar compadecer a aquellos infelices que no están ahí para escucharte, aquellos que un día me han preguntado cuál es el antídoto contra la tristeza.
Si vuelven a preguntarme lo mismo, esta vez ya no usaré palabras, sólo volteare a mirarte ser bonita en silencio.
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